Se analiza el balance general con el fin de comprender su situación financiera y su desempeño durante el ejercicio simulado.

Los activos representan los recursos que posee la empresa y que se espera generen beneficios económicos futuros. Incluyen:





Una buena proporción de activos líquidos indica que la empresa tiene capacidad operativa para responder a la demanda del mercado y cubrir obligaciones de corto plazo. Este enfoque está en línea con lo planteado por Gitman y Zutter (2012), quienes señalan que una sólida posición de activos corrientes mejora la flexibilidad financiera.

Los pasivos reflejan las obligaciones financieras de la empresa, divididas en:



Cuando los pasivos superan significativamente los activos, puede haber riesgo de liquidez. Según Van Horne y Wachowicz (2010), el endeudamiento elevado exige un control riguroso para no comprometer la sostenibilidad de la empresa.

El patrimonio es el valor residual una vez deducidos los pasivos e incluye:




Un patrimonio creciente indica acumulación de beneficios. Robbins y Coulter (2018) afirman que esto fortalece la posición estratégica de la organización, al reflejar una gestión eficiente.





Estos indicadores, según Gitman y Zutter (2012), permiten evaluar la viabilidad operativa y la rentabilidad de las decisiones tomadas.

El análisis del balance general cumple una función clave en la etapa de control del proceso administrativo. Como señalan Robbins y Coulter (2018), el control permite medir el rendimiento real frente a los objetivos planeados, reforzando así la toma de decisiones estratégicas.